Espacio que pretende resguardar voces, experiencias y conocimientos desde el rol
social del bibliotecario. Documentación de archivos orales sobre el patrimonio cultural
intangible conservado en la memoria de los libros vivientes. Entrevistas, semblanzas,
historias de vida. Reflexiones en torno a la bibliotecología indígena y comunitaria.

jueves, 7 de abril de 2016

Los libros que caminan en los pueblos de Cajamarca


¿Qué me cuentan de la flor
Quienes no van a su encuentro,
Qué me dicen del volar
Quienes se arrastran por dentro?


Alfredo Mires Ortiz

El que sigue es probablemente un ejemplo representativo de acciones endógenas en contextos interculturales, tiene como protagonista a Lola Paredes, quien forma parte de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, vale detenernos momentáneamente en el relato:

Hace algún tiempo presté a un niño el fascículo “Los siete consejos y otros cuentos” de mi colección personal Biblioteca Campesina. Cuando le pedí devolvérmelo me suplicó que por favor se lo regalara pues ese libro era su preferido entre todos los que había leído. Y se lo regalé, confiada en que para mí sería fácil conseguir otro por mi presencia en Bibliotecas Rurales… pero eso no sucedió porque los fascículos de esta serie son los más requeridos en las comunidades y, de todos los lugares a donde entran, no vuelven a salir.


Es admirable, cuantos bibliotecarios no anhelarían lo mismo, que los libros que ellos registran sean realmente compartidos por los lectores: utilidad social de los documentos, representatividad, carácter dinámico y comunitario de la biblioteca. Siempre me ha parecido que es preferible una biblioteca con sus libros rotos y marcados pero leídos que una biblioteca inmaculada y perfecta donde todo está ordenado pero sin usuarios que la frecuenten.
Si los libros se agotan dan un parámetro de que los pueblos se instruyen con sus lecturas,  pero si esos libros ofrecen textos locales de la propia cultura, lo que generan es representatividad, saber por sí mismos que lo que encierran esas portadas son conocimientos que ellos frecuentan, sabiduría campesina que fortalece la identidad.
El relato de Lola Paredes culmina felizmente, ya que han logrado editar de nuevo la serie “Y otros cuentos” de la Colección Biblioteca Campesina, de este modo cuentos como los del tío zorro y el conejo, el indio pishgo, los siete consejos, el shingo enamorao y muchos más, pronto estarán al alcance de todas las edades y comunidades.

Los libros que vuelan hacia pueblos lejanos

La anécdota es una excusa para dar conocimiento de la gentileza de Alfredo Mires Ortiz, al enviarme algunos libros de la colección perteneciente a las bibliotecas rurales, junto con el video de la película sobre Cajamarca.
Lo primero que me causó admiración fue la introducción del Ñaupa (según la lengua quechua significa el antiguo, “el abuelo de los más antiguos”) como es posible robustecer la propia cultura ofreciéndole a los niños un personaje milenario que respeta las formas y símbolos de tiempos lejanos, cuya imagen tiene semejanza con la figura del puma y del jaguar, considerados por reconocidos arqueólogos peruanos como divinidades supremas de los pueblos incaicos. Si aquellos mitos han subsistido en la memoria popular es porque encierran verdades que las cerámicas cajamarquinas permitieron conservar en múltiples trozos desperdigados en las huacas o santuarios de las montañas.

Explicar el personaje es entender el mundo andino donde no existe el individuo aislado, según refiere Alfredo la palabra suq que nomina al uno es la misma que refiere al otro. Uno es otro. El Ñaupa es uno mismo y los otros, o como dicen los comuneros “El Ñaupa somos nosotros”.

Lo que hace al Ñaupa un objeto de estudio es la continuidad de su representación pictográfica a través del arte rupestre –la manifestación más remota de la cultura–visible en las pinturas, petroglifos, santuarios o ceramios, recrearlo ha sido para Alfredo una tarea respetuosa de la plástica originaria, que le ha permitido al autor relevar la extraordinaria herencia de los mayores y fortalecer la identidad andina a través de un conjunto de máximas, proverbios, consejos y enseñanzas ancestrales de diversos autores.
 

En una de sus páginas dice un Ñaupa “Si no nos dejan soñar, no los dejaremos dormir”.


Las coplas de los copleros
En el libro Resuellos, Alfredo Mires Ortiz ofrece coplas que recogen la belleza de la vida en el campo, lo hace con criticidad pero también con simpleza, sin descuidar la gracia, como bien dice en la presentación del libro “la poesía del campo son las coplas, versos cortos y armónicos que manifiestan la sabiduría de la gente, su alegría y su fino humor”.
Leer sus coplas es entender lo mucho que Alfredo comprende del contexto y del entorno en el que vive y recorre día a día, el infatigable rol que cumple con la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca. En sus versos sencillos cobra sentido la chacra, el camino, los andares, el problema de la tierra y del agua, si ha logrado recoger aquello que se canta es porque estuvo presente en cada carnaval, en cada protesta, en cada fiesta, en cada uno de esos espacios fue un transmisor de vivencias pero también un decidor, un Ñaupa.

Las publicaciones de la Red son variadas en estética y contenido, representando el amplio mundo de los comuneros y las chacras. En tal sentido me ha resultado muy especial un pequeño libro que explica en lengua quechua y en castellano el sentido de la ofrenda a la tierra, titulado All´pata paguikun donde se explica la ceremonia en la que cada paisano mencionará a su chacra, su familia, sus apus (montañas o santuarios vivientes) y sus difuntos, y cuyas prácticas podrían circunscribirse al concepto andino Buen vivir.

Si entre todas las publicaciones recibidas hubo una imagen que simbolizaba el carácter sagrado de la palabra compartida, esa imagen sería la que se aprecia en el libro “Esa luz de más adentro”, donde se lo ve a Alfredo con su gente apenas iluminados por una lámpara acostada en el suelo, compartiendo las tradiciones orales, fortaleciendo el interior de la comunidad. Los textos que se aprecian hablan de lo que alumbra, de los registros históricos que abundan en las crónicas, de la memoria tejida por las ancianas, de la sabiduría de los amautas, del canto de los abuelos, pero también de la dura realidad de las chacras, de aquellos que viven de sus cultivos, de las herramientas de labranza, del sentido espiritual de la medicina campesina, en el medio de esos y otros temas las lecturas públicas todo lo surcan, todo lo atraviesan.

Son palabras hondas, que mucho dicen de quienes andan, que mucho iluminan, palabras que caben en los libros y que se comparten en comunidad.

Que decir entonces del libro Cosmovivencia, que recoge la concepción del mundo desde la tradición oral cajamarquina, donde un tal Eduardo Galeano expresó la dicha de haberlo leído, mostrándole al mundo que este libro realmente podía caminar junto con la memoria.
Y aún queda el documental por ver, para terminar de comprender el valor del camino recorrido por Alfredo, su sentido ético y crítico, su compromiso por la cultura y por las  verdades esenciales.

Cabe mencionar que este 31 de marzo la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca cumplió 45 años de servicio llevando libros a los poblados, como se expresa en el sitio Web “sin locales, sin vehículos, apuntalando el voluntariado, canjeando los libros como se canjean las semillas del temple con las de la altura, la red pudo afianzar sus nudos y cernir sus posibilidades”.

Este complejo movimiento social se halla concentrado en el campo. Allí colaboran los comuneros en beneficio de la lectura, ha logrado forjar una red que asiste a los paisanos llevando libros en mochilas, llegando a lugares apenas accesibles, ya que como bien dicen “el punto de partida y de llegada es la propia comunidad”.

Fuente:
Lola Paredes. Bibliotecas Rurales de Cajamarca

http://bibliotecasruralescajamarca.blogspot.com.ar/2016/03/y-otros-cuentos-otra-vez.html

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